“Partimos desde el vuelo de su sombra, desde el aullido de
su voz en llamas. Nos dejamos llevar por las cenizas arrastradas de su
tempestad y el canto de su despertar. Apagamos al silencio para que los
susurros no nos escuchasen… Quisimos desaparecer para que nadie nos
atormentase. Hace años que vivimos ocultos en las llanuras donde la vista
alcanza y el corazón teme. En las montañas dibujadas por las nubes y
acariciadas por el viento. Un lugar donde imaginamos que soñamos que no estamos
despiertos”
-Hoy el cielo está despejado. Tal vez no sea conveniente
bajar al bosque para buscar comida –comentó, Rid.
Su hermano le miró y levantó la mano para tocarse su pelo
despeinado, alborotado por la suave corriente de aire.
-Estoy seguro que puedo hacerlo… No hay nada que temer
–contestó al fin.
-¿No hay nada que temer? –recitó, Rid-. Niham sabes
perfectamente que hay mucho que temer. ¿Qué crees que ocurrirá si nos
encuentran? –le lanzó una mirada prisionera de angustia.
-Soy ágil y pequeño. Es más fácil escabullirse –fijó sus
ojos en los de su hermano y continuó-. Además, ellos no conocen el bosque tanto
como nosotros. Tenemos ventaja.
Rid soltó un suspiro de preocupación.
-¿Te estás escuchando? No voy a permitir que pongas en
peligro lo que tanto nos ha costado conseguir. Si nos descubren… No tendremos
donde escondernos, ni donde esconderla –dijo firme-. Esperaremos a que se
oculte el sol para bajar por comida. Es muy peligroso hacerlo a la luz del día.
-¡Pero tiene hambre! –se enfureció, Niham.
-¡Y crees que no lo sé! ¡Crees que no me doy cuenta qué
puede ocurrir! –alzó la voz su hermano-. Pero no podemos ponernos en evidencia
porque si nos vuelven a descubrir será el fin para ella y para nosotros. Esa
gente no se anda con tonterías… Sus leyes son ambiciosas y crueles. Y
únicamente tenemos una última oportunidad –expuso más tranquilo.
-Entonces, ¿cuál es tu plan? –quiso saber, Niham.
Rid quitó la mirada de los ojos verdes de su hermano y se
aventuró a mirar hacia las nubes que navegaban en la lejanía del bonito cielo.
-A la caída del sol iremos al bosque, cazaremos para ella y
-una vez servida- esperaremos a que brote el milagro. Esta noche llenaremos el
recipiente y será suficiente para poder atacar. Nos tienen que escuchar. No es
suya la arena que pisan.
Un resplandor de brisa cálida les llegó de dentro de la
cueva. Niham sonriente se adentró en ella y se agachó para tocar a quien
estaban protegiendo. Una preciosa dragona de ojos grises y cuerpo azul le
empezó a lamer con dulzura. De sus hocicos de humo salía un aire árido
acompañado de un vergonzoso ronroneo. Miró al chico preocupada, pero Rid -que
aún estaba vigilante- dio la señal de que nadie la había escuchado.
-Sé que tienes hambre, Beika. No te preocupes, aguanta hasta
el anochecer. Te traeremos comida y repondrás tus fuerzas –le comentó con una
sonrisa en los labios, Niham. Tocó muy despacio el alrededor de sus heridas y
vio que su hermano tenía razón. Faltaba muy poco para su curación. Se recostó
junto a la dragona y, bajo su eterno calor, el sueño se apoderó de él.
Había llegado la noche y Rid le despertó avisándole de que
tenían que marchar al bosque. Niham se levantó de un sobresalto. Acarició a
Beika y fue directo hacia su arco. Se lo colocó y se ató con una cuerda a la
cintura una pequeña bolsita hecha de tela, de color marrón. En ella guardaba
unos polvos elaborados por ceniza de dragón que al juntarlos con la hoja de la
flecha lograba un tiro perfecto, de velocidad inalcanzable. La experta puntería
no era cosa de magia sino de una increíble experiencia en supervivencia. Rid
cogió su hacha y la afiló con maestría. También, se guardó en sus botas unos
afilados cuchillos de caza. Era sumamente veloz con las manos y muy pocos
objetivos se le resistían a su increíble técnica.
Cuando la luna se mantuvo sobre el gran cielo estrellado fue
la oportunidad perfecta para que los hermanos irrumpiesen en el bosque oscuro.
Sigilosos y alertas caminaron con paso silencioso. Extendieron sus pasos hasta
casi la profundidad del bosque y cuando más concentrados estaban, para ver si
podían olfatear a alguna presa, escucharon el rugir de unos pasos. Rid y Niham
se escondieron tras unos árboles de troncos muy gruesos, perfectos para
sentirse casi invisibles. Ambos muchachos se asomaron un poco para observar
quiénes estaban rondando a estas horas por el gran bosque y se aliviaron al ver
que había sido un ciervo el que les había asustado con tanto alboroto.
Suspiraron y salieron de sus escondites. Avanzaron por el extenso bosque hasta
llegar a una zona rodeada de bayas. Las había de todos los colores y parecía
que habían nacido muchas otras especies. Los hermanos sonrieron al sentirse
bendecidos, por lo menos no tenían que matar a ningún animal para que su
dragona comiese. Era algo que no soportaba, aunque entendía que la naturaleza
era así de interesante.
Mientras cogían varias de las bayas, Niham vio una sombra
extraña escondiéndose entre uno de los árboles. Hizo un gesto a Rid como señal
de que alguien les estaba espiando, o lo que podría ser peor, que alguien les
estaba persiguiendo. Los muchachos caminaron con tensión hacia la espesura de
las plantas que rodeaban al gigante de madera. Podían escuchar casi al unísono
los imparables latidos del corazón de aquel que se ocultaba en las sombras.
Entonces, una figura envuelta en una capa oscura salió de la vegetación
enfilando una afilada espada. Niham cayó sobre la tierra húmeda ante la
brusquedad del asaltante, pero Rid defendió su vida parando con rapidez el filo
de la espada que iba directo al corazón. Se involucró en una lucha con el
fuerte oponente. Se movía con mucha agilidad, se notaba que estaba entrenado.
El salteador consiguió tumbar en el suelo a Rid y empujó su espada con presión,
acercándose cada vez más a su objetivo. Pero, a ras del sonido del viento, un
silbido fugaz de una flecha acompañó al silencio de la noche, clavándose en el
hombro del forajido. Al ver que caía al suelo muerto en un llanto, Niham dejó
de apuntarle y bajó su arco. Rid y él se acercaron al encapuchado y le
descubrieron. Ambos se quedaron sin palabras al ver que el encapuchado no era
más que una preciosa joven de pelo corto, castaño y ojos víctimas del recelo.
La chica lloraba del dolor y los hermanos no la forcejearon.
-Es sólo una adolescente… -se atrevió a decir, Niham.
Rid la miró con indolencia y rabia por lo que había hecho.
Se dio media vuelta, guardó sus armas y cogió la recolecta de bayas, volviendo
por el mismo camino que llegó.
-¡La vamos a dejar aquí! –exclamó, Niham.
Rid siguió caminando. Niham corrió hacia él y le paró.
-¿De veras que vas a permitir que esta chica muera aquí,
desangrada?
-Si es mayorcita para atacarnos, que sea igual de
responsable para salir del destino que ha decidido. ¡No tenemos tiempo para
pararnos en ayudar! –le miró fijamente, Rid-. Nos ha intentado matar.
-Es sólo una cría… -comentó apenado y frunciendo el ceño.
Rid apartó la mirada y siguió caminando.
Niham volvió atrás e intentó levantar a la chica dolorida
del suelo.
-Sabes que podemos salvarla –dijo, parando en seco a su
hermano.
Rid suspiró, se volteó y fue hacia ellos. Se agachó un poco y puso uno
de los brazos de la joven sobre sus hombros. Al final le removió el alma el
saber que podía ayudarla y no quería hacerlo. Prefirió no convertirse en lo que
ya muchos se habían convertido. Junto a su hermano consiguió subirla a lo alto
de la llanura y la cobijaron en la cueva. Como había perdido mucha sangre, la
joven se quedó sin conocimiento durante el camino. Rid y Niham se
apresuraron en dar de comer a la dragona para que sanase sus heridas. Y así
sucedió. Todas sus heridas cicatrizaron sin dejar marcas y, una vez más, brotó
el milagro. Por uno de los ojos de la dragona salió una lágrima azul que
rápidamente Rid metió en el recipiente donde habían guardado las demás. Ya el
recipiente se había llenado y la dragona estaba completamente recuperada. 
Niham acercó un vaso a Rid y esté dio un poco de ese líquido
a la chica herida. Nada más tragarla, la muchacha se despertó y la flecha salió
de su piel como si alguien la extrajese sin hacer ningún daño, sanando su
herida.
-¿Dónde estoy? ¿Qué ha ocurrido? –preguntó confusa.
-Estás en lo alto de la llanura. En la cueva donde nos
refugiamos –le explicó serio-. ¿Quién eres y por qué nos estabas siguiendo?
La chica bajó la mirada y se sonrojó por un momento.
-Mi nombre es Karia y me metí en el bosque para intentar
apresarles. La corte tiene a su población sumida en la miseria y después de la última
matanz… Bueno, después de acabar con el último dragón y ver que los defensores salieron ilesos, huyendo con uno de ellos, pues pusieron precio a
vuestras cabezas –la chica partió a llorar-. Perdónenme, sólo me he movido por
el hambre y la desesperación… Tengo miedo, mucho miedo. Por favor, ¿puedo
quedarme con vosotros? No quiero volver allí.
A Niham se le partió el corazón al escuchar su testimonio.
Veía en sus ojos la desesperación de un ser maltratado. El joven se puso de
rodillas y le levantó el mentón.
-No te preocupes, Karia. Esta noche van a cambiar las cosas.
La chica le miró con entusiasmo.
-Ves este líquido –se lo enseñó-. Es una pócima echa con
lágrimas de dragón. Sana y te hace fuerte.
La dragona lanzó uno de sus pequeños rugidos y Karia observó
anonadada que era cierto que estaba en el refugio de un dragón.
-No te preocupes, es inofensiva. No te hará daño –advirtió,
Rid.
-Toma –Niham metió un poco más del líquido en el vaso donde
se tomó el primer sorbo de la pócima-. Deberías
tomar más, aún estás un poco débil.
La chica le hizo caso y gracias a este segundo sorbo se
recuperó por completo, incluso, se sintió más enérgica. Niham y Rid bebieron
también, guardando lo que sobraba en tres pequeños frascos. Cada uno se ató con
cuerdas los frascos a la cintura y Karia les imitó sorprendida.
-¿Para qué nos estamos preparando? –preguntó la joven.
-Esta noche será la decisiva… Lucharemos contra la corte
para proteger el territorio de Beika. Merece vivir en libertad y sin que nadie
destruya su historia –comentó Rid lanzando una tierna mirada de orgullo a la
dragona.
Karia no pudo contener una sonrisa de alegría y felicidad al
haberse tropezado con tan buenas personas. Se armaron y se montaron sobre
Beika.
Los valientes defensores montados sobre una dragona azul, sobrevolaron el increíble
y majestuoso bosque, dejándolo atrás por completo. Delante de sus ojos veían
las luces de las antorchas que daban cobijo al enorme castillo de la corte. En
sus inmediaciones se avistaba el pueblo de la corte, sumido en una depresión
apagada. El vuelo arrebatador de la dragona y sus llamaradas despertaron a todo
el pueblo y puso en alarma a los soldados del castillo. La dragona aterrizó en
el gigantesco patio real y allí comenzó una lucha destructiva y amenazante.

Los guardias de la corte tenían mejores armas y superaban en
número. Sin embargo, a pesar de que la batalla fue dura y hubo muchos
contratiempos, la corte no pudo defenderse contra la magia de una lágrima de
dragón. Así que se dieron por vencidos y abandonaron el territorio tan pronto
como dictaron los héroes de los dragones. En pocos años, Beika había recuperado
todo su terreno y su antiguo hogar. Jamás hubo nadie humano ni mágico que
quisiese arrebatarle la alegría a un dragón y, pronto, los valientes hermanos
como Karia descubrieron que la hermosa dragona estaba embarazada. Muchos años
más tarde, el nuevo reino gobernado por los dragones se inundó de muchos de
ellos y la felicidad volvió a nacer en los alrededores del gran bosque.