Comparto el hecho de todas esas personas que se dedican a dejar de un lado todo
lo que les provocan malestar y se disponen a visitar la eterna felicidad. Sí,
esa que siempre puedes acariciar porque vale la pena arriesgarse a ser feliz.
Todos nos caemos, nos equivocamos, fallamos, lloramos y hasta volvemos a
repetir nuestros errores sin saber por qué. Y es que cada uno de ellos nos
ayudan a ser más felices y a encontrarnos. Sin piedras en las que tropezar nos
sería muy difícil avanzar.
Creo en la posibilidad de que dentro de nuestra rutina, debería existir un
tiempo para dedicarlo a ser feliz. Aunque lo justo fuese serlo todo el tiempo.
Sería triste no luchar eternamente para que siempre salga el sol. Por lo tanto,
mientras que a lo material se puede dejar escapar, la felicidad nunca debería volar.
Entiendo que es una joya ruda de encontrar. Sin embargo, no hay que dudar ni
un segundo en saber dónde empezarla a buscar. A pesar de todo lo que pueda
ocurrir, vale la pena ser feliz. Ya que ese lugar es el que nunca debes dejar
de alimentar.
¿Quién dijo que era imposible tocar el cielo?
