Capítulo 1
Ciudad de Inocentes
Desde
mi infancia siempre he creído que un mundo diferente al mío no podía existir.
Que era totalmente imposible. Que los rumores que corrían sobre un lugar
paralelo y muy diverso al existente se amparaban en algún lugar, eran
infinitamente inciertos. Hasta que un día, mis ojos echaron por tierra mis
creencias. Mi nombre es Belina Maerd y ––aunque nadie lo crea–– he
encontrado el paradero donde los sueños descansan.
––Belina, te he dicho ciento de veces que
te tomes el café. Un día de estos, con el frío que hace en la calle, se te va a
congelar ––le dijo su compañero de trabajo, Liam.
––Lo siento, gracias por traérmelo... Es
que estaba trabajando con este artículo. Me tiene preocupada ––dijo suspirando
y acalorada.
––Oye, está bien... Hoy, tómate un
descanso ––propuso su compañero apagándole la pantalla del ordenador.
––Pero ¡Estás loco!, tengo que terminarlo
para mañana. Estoy segura de que pronto daré con esos vándalos ––le dio tal
ataque de histeria que parecía que sus ojos se iban a lanzar encima de las
manos de Liam.
––En serio, no hagas que te lo repita.
Márchate a casa, relájate y ya mañana me lo terminas ––le expuso sin
oportunidad de replica.
––Pero, ¿quién te has creído...? ––no pudo
terminar la frase, pues sabía que no iba a llegar a nada.
––Soy tu jefe. El mismo que te está dando
un respiro. No puedes seguir así de obsesionada con esa banda de quinceañeros.
Te van a consumir.
––No son simplemente ellos. Sé que si no
soy capaz de alcanzarles es porque en realidad no son de aquí ––explicó Belina
indignada.
––Querida ¿De verdad que sigues creyendo
que ese lugar existe? ––preguntó un tanto preocupado.
––No... Qué va. Estoy cansada, sólo es
eso. Iré a casa, dormiré un poco y mañana acabaré. Tienes razón ––dijo,
mientras se levantaba, cogía su chaqueta de cuero y su bolso.
––Sabes que siempre la tengo. Descansa ––le
aseguró Liam mientras le acariciaba las mejillas.
Después de tantos pensamientos absurdos y
revoltosos, las puertas del ascensor se abrieron para dejar paso a Belina. Sus
pasos desorientados se dirigieron con cierta intensidad hasta la puerta cuyo
cartel colgante señalaba la salida. Fuera, se propuso avanzar ligeramente rápido
con intenciones de llegar lo antes posible a su humilde apartamento. Muchos
rascacielos adornaban las vistas de su ventana, aunque si tales edificios
cristalinos mirasen al suyo, se burlarían por su mediocre aspecto. Pero era,
sencillamente, lo único que tenía.
Antes de llegar a las escuetas escaleras
que daban la bienvenida a su portal, Belina prefirió cambiar su rumbo. Tenía
unas ganas tremendas de sentarse en las cómodas sillas de la cafetería
"Paraíso Verde". Un nombre bastante ridículo cuando se encontraba rodeado
de enormes rascacielos, siendo el único árbol verde, el que tenían plantado en
la entrada.
Una vez atendida, se tomó con dedicación
su sabroso zumo de guayabos. Era la única cafetería en toda la zona que vendía
tal exquisitez. Mientras pensaba en sus cosas, Belina sintió algo entre sus
piernas. Cuando decidió mirar con desesperación, se dio cuenta de que no había
nada. Entretenida buscando bajo su mesa, se percató que las personas que
tranquilamente se situaban sentadas en la terraza de tal singular cafetería, la
estaban mirando. Por lo tanto, se propuso volver a su sitio. Una vez en él, su
corazón casi se paraliza por completo. Un extraño joven encapuchado, de piel
clara y ojos negros, se había hecho un hueco en su mesa. Belina nunca antes le
había visto, no sabía de quién se trataba. Él le acercó su mano y le entregó un
papel. Belina con expresión asustadiza extendió su mano tostada y lo cogió.
––Aún
no la leas... Sólo hazlo cuando llegues a tu casa ––le advirtió el joven.
––¿Quién eres? ––quiso saber ella.
––Eso no te importa ––le contestó con
marcado carácter ––Soy el mensajero de las almas ocultas. Nadie sabe que estoy
aquí.